Retomemos el control de nuestra información personal en la era digital, donde nuestros datos nos pertenecen y compartirlos se convierte en una decisión individual.
Identidad digital
La identidad se compone de un identificador y nuestras credenciales. En el mundo físico, nuestro rostro o huellas digitales sirven como identificadores que obtenemos al nacer. Nuestras credenciales, por otro lado, son emitidas por entidades de confianza como universidades y gobiernos e incluyen certificados como diplomas, licencias de conducir y pasaportes.
Nuestro identificador descentralizado, o DID, en el mundo digital es una dirección compuesta por una secuencia de números y letras, similar a una billetera de criptomonedas. Esta dirección funciona junto con la tecnología blockchain, donde se van vinculando nuestras credenciales. Estas credenciales o certificados digitales también pueden incluir elementos como nuestro correo electrónico, teléfono o usuario en redes sociales, así como todo tipo de certificaciones emitidas por entidades de confianza que puedan verificar y respaldar estos certificados.
Control sobre nuestra información personal
Las grandes corporaciones tecnológicas tomaron el control de nuestras identidades digitales en parte porque no existía ninguna otra alternativa y construyeron su negocio en torno a nuestra información. Para cada aplicación o servicio en internet, debemos verificar nuestra identidad y registrarnos con una cuenta que contiene nuestros datos personales. Sin embargo, desconocemos completamente dónde están almacenados, quién tiene derecho a usarlos y cuáles son sus motivaciones. La identidad digital debería ser un bien público. Sin embargo, mientras permanezca bajo el control de los grandes operadores tecnológicos, existe el riesgo de que puedan desconectar y bloquear a cualquier usuario, como ha ocurrido en algunas plataformas. Esto podría llevar a la pérdida potencial de acceso no solo a esa plataforma, sino a todo lo asociado con esa identidad.
Los DIDs tienen el propósito de mantener en privado los datos que no queremos compartir y de publicar aquellos que estamos dispuestos a entregar en el mundo digital. Esto nos permite tener finalmente el control de nuestros datos personales. Por ejemplo, podemos verificar que somos mayores de edad sin revelar el resto de nuestra información, o confirmar nuestra nacionalidad sin necesidad de ingresar el número de nuestra cédula de identidad.
Personas, máquinas e inteligencia artificial
Los DIDs podrían tener un rol importante en el futuro cercano para distinguir a las personas reales en un mundo donde la inteligencia artificial y el contenido generado son cada vez más difíciles de distinguir de lo real, contribuyendo a determinar el origen y la veracidad de la información. Las identidades digitales se extienden más allá de las personas, ya que también se pueden utilizar en máquinas, robots y servicios que tienen sus propios certificados, roles y derechos.
Datos portables y verificables
Con esta tecnología, podemos verificar nuestras credenciales de manera más rápida y eficiente, reduciendo costos y tiempos en procesos de verificación administrativa. Esto sería particularmente útil para médicos que atienden en distintos establecimientos, donde deben validar todas sus acreditaciones y estudios antes de poder comenzar a atender en un nuevo lugar. Además, facilitaría el proceso de identificación para un trabajador de una empresa multinacional con sedes en distintas partes del mundo que necesita verificar sus credenciales en otra ubicación.